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martes, 7 de abril de 2009

Obama, Cuba y el bloqueo por Carlos Fazio

tomado de La Jornada, 6 de abril de 2009

Obama, Cuba y el bloqueo
Carlos Fazio

Los días 17, 18 y 19 de abril tendrá lugar en Puerto España, Trinidad
y Tobago, una nueva Cumbre de las Américas. Será la presentación
oficial de Barack Obama ante sus pares de América Latina y el Caribe.
Y aunque Washington ha querido evitarlo, el único país ausente en la
reunión, Cuba, dominará uno de los puntos centrales de la agenda. Diez
sucesivas administraciones de la Casa Blanca, desde Dwight Eisenhower
hasta George W. Bush, pasando por Kennedy, Nixon, Ford, Carter,
Reagan, Bush padre y Clinton, ensayaron todo tipo de presiones,
agresiones desde el éter, acciones terroristas y encubiertas contra la
mayor de las Antillas ­incluidos más de 600 intentos de asesinato
contra el líder de la Revolución, Fidel Castro­, sometiendo además a
la isla a un ilegal y criminal bloqueo económico, comercial y financiero.

La resistencia de Cuba, pequeño país subdesarrollado, contra la
implacable agresión y hostilidad de la superpotencia militar mundial
ha sido ejemplar. Sobrevivió, inclusive, al colapso de la ex Unión
Soviética de finales de los años 80, periodo en que arreciaron las
políticas desestabilizadoras de Washington contra la isla, en el
contexto de la imposición de la dictadura del pensamiento único y la
ideología neoliberal a escala planetaria. Eran tiempos de deserciones
y de gran confusión ideológica en las filas revolucionarias y el campo
popular. Pero la firme actitud de Cuba alentó levantamientos populares
como el Caracazo (1989) y la irrupción de movimientos antisistémicos
de nuevo tipo como la insurrección neozapatista en Chiapas (1994), a
los que se sumaron con gran protagonismo el Movimiento de los Sin
Tierra, de Brasil, y la emergencia del campesinado indígena de la
cordillera de los Andes (en Chile, Bolivia y Ecuador), impulsores
todos de cambios radicales, donde la acción directa en unos casos,
combinada con nuevas formas de democracia participativa, horizontal y
asamblearia, abrieron camino a procesos electorales que instalaron
gobiernos de corte nacionalista, reformista y progresista en la subregión.

Mientras tenía lugar ese rico proceso de cambio, Washington siguió
aplicando contra Cuba sus anacrónicas políticas de la guerra fría,
potenciadas por los halcones republicanos prosionistas de la
administración Bush Jr. En ese escenario heredado, salpicado de
"campos minados" en varias partes del orbe, que han erosionado la
hegemonía imperial, Obama tiene la gran oportunidad histórica de
modificar la relación con la isla. Lo paradójico hoy es que Estados
Unidos quedó aislado en el hemisferio. En breve, tras la reanudación
de relaciones diplomáticas de Costa Rica y El Salvador con el gobierno
de La Habana, será el único país del área que mantiene sus vínculos
rotos con Cuba. Inclusive el secretario general de la Organización de
Estados Americanos (OEA), José Manuel Insulza, manifestó en
Montevideo, el 5 de marzo que es partidario de revocar, por
"obsoleta", la resolución que expulsó a la isla del organismo en 1962.
Asimismo, planteó que fue recogido en una carta personal a Obama, por
el senador republicano por Indiana, Richard Lugar, quien además
propuso al mandatario que designe un enviado especial a La Habana para
preparar el terreno del diálogo. Un diálogo abierto y honesto que es,
también, la misión de siete congresistas demócratas afroestadunidenses
que llegaron a Cuba el pasado fin de semana.

Obama y el vicepresidente Joseph Biden han dicho que están dispuestos
a tender una mano a Cuba. Pero las señales han sido equívocas. Y por
momentos parecen estar regidas por las viejas formas. La antigua
retórica imperial basada en "democracia" y "derechos humanos" volvió a
ser recuperada por Biden hace pocos días en Costa Rica. Pero no parece
estar a tono con los vientos de fronda en la región, además de que se
trata de una política fracasada. Es cierto que Obama se ha querido
desmarcar del unilateralismo de los neoconservadores bushianos. Pero
debe dar pasos concretos. Como dijo Lula a empresarios estadunidenses
en Nueva York, el pasado 16 de marzo, "desde el punto de vista
político, sociológico y de racionalidad humana no existe nada que
impida el restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba".
En el mismo sentido se pronunciaron 33 países de la región en una
multicumbre celebrada en Brasil en diciembre, donde Cuba fue acogida
como miembro del Grupo de Río.

Abierto un nuevo frente en Pakistán, empantanado en Afganistán e Irak,
en un mundo signado por la depresión económica y la quiebra
financiera, Obama llegará a Puerto España en una posición de
debilidad. Estados Unidos no tiene el peso ni la influencia de antaño.
Prueba de ello son la fundación de la Alternativa Bolivariana para los
Pueblos de Nuestra América (Alba) y Petrocaribe, así como el
surgimiento de la Unión de Naciones Sudamericanas, integrada por 12
países, que cuenta ya con un Consejo de Defensa como respuesta
autonómica regional ante las amenazas intervencionistas del Pentágono
vía el Plan Colombia, la Cuarta Flota y las acciones separatistas encubiertas.

En ese contexto, el "cambio" de Obama en las relaciones de Estados
Unidos con América Latina debe pasar de manera obligatoria por el
levantamiento del bloqueo a Cuba, sin condiciones. Como imperativo
ético e histórico. Mientras da pequeños pasos para un acercamiento con
el "talibán moderado", Irán y Rusia, y sobre todo en estos tiempos de
crisis global, cuando el "comunismo chino" es el principal sostén del
capitalismo estadunidense, el trío Obama-Biden-Hillary Clinton carece
de argumentos creíbles para mantener un bloqueo motivado por razones
ideológicas.

El reloj político avanza de manera acelerada. Aislado en el concierto
interhemisférico, Obama se acerca a la hora de la verdad respecto a
Cuba. Pero aunque parecen tiempos de negociación y no de imposición,
sería un error pensar que el jefe de la oficina oval pueda cambiar la
esencia imperial, expansionista, del actual hegemón del sistema de
dominación capitalista.

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