Entrevista a Ellen Meiksins Wood
por Matías Maiello / Traducción: Claudia Cinatti
Ellen Meiksins Wood, filósofa política nacida en Canadá, participó como editora de New Left Review y también como coeditora de Monthly Review. Además fue profesora en la Universidad de York, Toronto. Es autora de: The Retreat from Class (1986); Peasant-Citizen and Slave (1988); The Pristine Culture of Capitalism (1991); Democracy against Capitalism. Renewing Historical Materialism (1995), editado en castellano en el año 2000 como Democracia contra Capitalismo. La Renovación del Materialismo Histórico; Rising From de Ashes: Labor in the Age of Global Capitalism (1999); y recientemente de Empire of Capital. A principios de este año visitó la Argentina realizando una serie de conferencias, dos de las cuales tuvieron lugar en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA los días 15 y 16 de abril de 2003. Realizada en el mes de agosto de 2003, esta entrevista retoma los debates esbozados en aquella oportunidad y aborda algunos de los desarrollos que recorren su reflexión teórica, tales como la relación entre economía y política en el capitalismo, el concepto de democracia, la actualidad del marxismo, y la crítica a las tesis de Antonio Negri y Michael Hardt, entre otros.
- ¿Cuál es su visión sobre el panorama ideológico en Estados Unidos durante los últimos años y cuáles han sido, en su opinión, los cambios más importantes desde el 11 de septiembre?
Diría que el 11 de septiembre no fue la causa sino el pretexto para la actual política exterior de la administración Bush. Sabemos ahora que las principales figuras que rodean a Bush han buscado durante muchos años imponer la estrategia imperialista agresiva en la que se han embarcado desde el 11 de septiembre -aunque, por supuesto, esta tragedia generó un apoyo público que Bush no podría haber esperado conseguir antes. Pero una vez que reconocemos que los extremistas de derecha que rodean a Bush venían soñando durante mucho tiempo con este tipo de política exterior, todavía queda la pregunta sobre en qué medida la administración Bush representa una ruptura importante con las administraciones anteriores. Los críticos de la administración Bush típicamente insisten que representa una ruptura importante en la política exterior y en la ideología norteamericana desde la Segunda Guerra Mundial. Pero la visión "gran imperial" ha sido la esencia de la política exterior de Estados Unidos desde la Guerra. El proyecto de hegemonía económica global, apoyada en la supremacía militar, comenzó formalmente cuando Estados Unidos estableció su hegemonía económica con el sistema Bretton Woods, y su supremacía militar con sus bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. La administración Bush ciertamente expresa más abiertamente su intención de mantener un "dominio de amplio espectro", con una tan masiva superioridad militar que nadie, amigo o enemigo, piense en cuestionar a Estados Unidos como poder global o regional. Pero ciertamente este ha sido el objetivo de Estados Unidos durante el último medio siglo. A primera vista parece haber una novedad importante. Algunos dirían que, con la ocupación de Irak, la administración Bush está retrocediendo a un imperialismo colonial anterior. Este sería un cambio de magnitud. Pero Estados Unidos es el primer, y hasta ahora el único, imperio capitalista -no en el sentido de que es la primera potencia capitalista que posee un imperio sino más bien en el sentido que domina el mundo en gran medida manipulando los mecanismos económicos del capitalismo. El imperio británico, por ejemplo, que había intentado explotar la riqueza de la India sin incurrir en los costos del dominio colonial, se encontró creando un despotismo militar para extraer tributos más parecido a los imperialismos tradicionales que a un nuevo modo de hegemonía capitalista. De conjunto, la preferencia y la práctica de Estados Unidos -y del imperialismo capitalista en principio- ha sido evitar el dominio colonial directo y apoyarse en la hegemonía económica, que es menos costosa, menos riesgosa y más beneficiosa. Pienso que la preferencia de Estados Unidos es todavía mantener la hegemonía económica sin empatanarse en el dominio colonial. La ocupación de Irak confirma esto. Es un desorden, y cada vez es más obvio que Estados Unidos esperaba simplemente decapitar al régimen, dejando al estado iraquí en gran medida intacto pero con una dirección más dócil. Pienso que Bush y cía. todavía esperan liberarse pronto, estableciendo la hegemonía económica norteamericana y permitiendo que Irak reemplace a Arabia Saudita como base militar, pero sin una presencia colonial abierta. Entonces, si ha habido un cambio importante en la ideología oficial, este no se refiere a la visión imperial de Estados Unidos. Probablemente tenga más que ver con los medios que con los fines, la disposición del régimen de Bush a declarar un estado de guerra permanente para lograr sus objetivos imperiales. Por supuesto, no deberíamos exagerar esta diferencia. Sólo tenemos que pensar en la administración Clinton y su doctrina de guerra "humanitaria". Pero el régimen de Bush parece más inclinado a la guerra unilateral y permanente. Sin embargo, el punto es que esto no se debe sólo a su extremismo de derecha. También tiene que ver con las condiciones mundiales cambiantes. Aquí está el problema: mientras que el objetivo del imperialismo norteamericano es la hegemonía económica sin el dominio colonial, el capital global todavía necesita -de hecho lo necesita más que nunca- un orden social, político y legal estrechamente regulado y predecible. Por supuesto, no hay nada parecido a un Estado global que pudiera garantizar el orden necesario, de la misma manera que el Estado nacional lo ha hecho para el capital nacional. Tampoco este Estado es ni remotamente concebible. Se nos dice -no sólo por las teorías convencionales de la "globalización", sino por libros de moda como Imperio de Michael Hardt y Antonio Negri- que el Estado nacional están en declinación. Pero la hegemonía imperial se basa ahora más que nunca en un sistema disciplinado de muchos Estados locales, y la hegemonía económica global depende de mantener el control de muchos Estados que mantienen la economía global. La supremacía militar norteamericana durante mucho tiempo ha sido un medio para mantener el control de los Estados, tanto enemigos como aliados. Pero con la "globalización"; hay una creciente disparidad entre el alcance económico del capital norteamericano y su control político. La doctrina militar de Estados Unidos ha intentado cerrar esta brecha. Como incluso el enorme poder de Estados Unidos no puede por sí mismo abarcar todo el globo, lo mejor que se puede hacer es regular el despliegue de la fuerza militar, aunque sólo sea pur encourager les autres. Por ejemplo, la guerra en Irak probablemente no sea el preludio de una invasión a Irán, sino por el contrario, un intento de evitar esta aventura arriesgada. Irak era un blanco adecuado no porque representaba una amenaza a Estados Unidos y sus aliados, sino por el contrario, porque no representaba ninguna amenaza. Estados Unidos podía así "sacudir y atemorizar" a toda la región (y al mundo) corriendo un riesgo muy pequeño. El hecho de que el "efecto demostración" se ha transformado en un elemento central en la política militar norteamericana hace difícil predecir qué podrá suceder después. Era mucho más fácil descifrar el patrón del imperialismo tradicional cuando los objetivos eran realmente el dominio colonial directo y la expansión territorial. La política exterior de Estados Unidos es mucho más impredecible porque las acciones militares ahora tienden a estar separadas de cualquier objetivo específico. Es más una cuestión de afirmar el dominio que de lograr cualquier objetivo particular. La relativa declinación de Estados Unidos como potencia económica ha hecho que se apoyara incluso más en este teatro militar. La audiencia consiste no sólo, o no primariamente, en los estados "fracasados" o "villanos", sino también en competidores reales y potenciales, incluyendo a los aliados de Estados Unidos -que son ahora más difíciles de controlar, especialmente desde que el colapso de la Unión Soviética ha removido al enemigo común. Así tenemos una política exterior y una ideología de guerra sin fin -no necesariamente guerra continua sino guerra sin fin, en propósitos o tiempo.
Las teorías como las de Hardt y Negri que, basadas en las "teorías del fin del trabajo" y que con el uso del concepto de "general intellect" daban prioridad al concepto de "multitud" en oposición al de "clase obrera", han tenido una gran repercusión en los últimos años. Teniendo presente este debate, ¿cómo diría que es posible reconocer y explicar el rol de la clase obrera hoy? Permítanme decir ante todo que encuentro el argumento de Hardt y Negri políticamente paralizante. Consideremos su argumento de que el poder del "Imperio" está en todas y en ninguna parte, y que hay un nuevo tipo de "soberanía" que está desplazando al Estado. ¿Cuáles son las implicaciones políticas de esto? Bien, Hardt y Negri nos dicen bastante claramente cuáles son esas implicaciones. Esto es lo que dicen sobre las implicaciones de un mundo en el cual, en sus palabras, "no hay lugar para el poder", un mundo en el cual el Imperio es un "no-lugar": "la idea de un contrapoder y la idea de la resistencia contra la soberanía moderna en general se vuelve así cada vez menos posible... Se debería encontrar un nuevo tipo de resistencia adecuada a las dimensiones de la nueva soberanía... Hoy, también, podemos ver que esas formas tradicionales de resistencia, tales como las organizaciones obreras institucionales desarrolladas durante gran parte de los siglos XIX y XX, han comenzado a perder su poder" [1]. Pensemos cuidadosamente qué quiere decir esto. Ellos sugieren que no hay una concentración identificable del poder capitalista en el Imperio global actual. Eso significa que tampoco hay un contrapoder posible. Sobre todo, las luchas políticas en general, y los partidos obreros en particular, son ahora irrelevantes. Hardt y Negri también son muy críticos de las fuerzas opositoras que se concentran en luchas locales o nacionales, a las que consideran como irrelevantes. Entonces, ¿qué tipo de resistencia es posible? Desafío a cualquiera a examinar todo el libro de Hardt y Negri y encontrar una explicación convincente de una oposición efectiva. Lo que obtenemos es un relato místico de cómo un Imperio que está en todas partes y en ninguna puede ser atacado en cualquier punto -en gran medida por subjetividades cambiantes. Mucha gente ha leído este libro como un manifiesto optimista para el movimiento anticapitalista. Pero para mí es mucho menos convincente como manifiesto para una nueva estrategia anticapitalista que como una argumentación derrotista para la imposibilidad de cualquier oposición. De todos modos, pienso que Hardt y Negri están equivocados. Su primera premisa es errónea. Efectivamente hay concentraciones visibles de poder en el capitalismo global y, como dije antes, el Estado es todavía un instrumento indispensable -si no "el" instrumento- del poder capitalista. Esto no significa, por supuesto, que las viejas formaciones políticas o las organizaciones de clase puedan permanecer iguales. Pero esto no implica que la lucha contra el capitalismo no pueda ni deba ser concebida como la construcción de un contrapoder. Y como la clase obrera -que no comprende sólo a los trabajadores llamados de "cuello azul" sino a todos los que son explotados por el capital- todavía sigue estando en la primera línea del capitalismo, las organizaciones de clase y las formaciones políticas arraigadas en la clase obrera todavía tienen que estar en el centro de este contrapoder.
-En Democracia contra Capitalismo [2] Ud. hace una distinción entre los orígenes de la democracia liberal como "la libertad de los amos mismos" y la democracia como poder popular, es decir, como "la libertad del demos con respecto a los amos". De acuerdo a esta distinción, ¿cómo analiza el uso que el imperialismo norteamericano le dio al concepto de democracia para justificar sus intervenciones durante los últimos 30 años? ¿Cree que la credibilidad de este discurso está en decadencia? Si es así, ¿qué representa la declinación de este discurso y su sustitución por la "guerra contra el terrorismo"? Seamos claros sobre el primer punto. Estados Unidos nunca ha apoyado la democracia, ni al interior ni en el exterior, como gobierno del demos, en el sentido en que fue concebida originalmente la palabra democracia. En su sentido original, la democracia denotaba el gobierno del demos como una categoría social, el pueblo común, incluso los pobres. Así la democracia realmente se trataba de la distribución del poder social, del poder de clase -por lo que siempre fue una palabra sucia entre las clases dominantes hasta hace muy poco. Es una historia demasiado larga para tratarla aquí, pero Estados Unidos inventó una nueva concepción que no tenía nada que ver con la distribución del poder de clase. Lo mejor que tiene que ver con la concepción de democracia de Estados Unidos son los resguardos procedimentales y las libertades civiles, pero para nada tiene que ver con los problemas del poder social y la dominación de clase. De hecho, en esta nueva concepción, la democracia incluso es compatible con el gobierno de los ricos, y por esa razón, la palabra no asusta hoy a las clases dominantes como lo había hecho antes. Esto sólo ha sido posible porque el capitalismo ha separado el poder económico del político de una forma que nunca ocurrió antes. El capitalista puede explotar a los trabajadores sin tener directamente el poder político a diferencia, digamos, del señor feudal, y puede haber derechos políticos universales sin socavar el poder económico esencial del capital. Por eso, en el mejor de los casos, el argumento de Estados Unidos de que sus intervenciones extranjeras tienen por objetivo extender la democracia, nunca significó que promoviera el poder popular. Por el contrario, siempre ha significado promover cierto dominio de clase. Esto no implica decir que las libertades civiles no son importantes. Son esenciales, y si Estados Unidos hubiera estado realmente interesado en expandir las libertades civiles, sus intervenciones hubieran tenido resultados más positivos. Pero sabemos -en ningún lado mejor que en América Latina- que Estados Unidos ha apoyado consistentemente regímenes que fueron hostiles incluso a esos elementos de democracia. No sé cuán plausibles fueron las declaraciones de Estados Unidos sobre promover la democracia, al menos en aquellos lugares que han estado sometidos a intervenciones norteamericanas. Pero pienso que cualquier plausibilidad que hayan tenido, ésta desapareció rápidamente. El imperialismo desnudo del régimen de Bush es todavía más obvio, y su promoción de ciertos intereses capitalistas es también más transparente. ¿Quién puede creer que Estados Unidos está en Irak para promover la democracia más que los intereses de Haliburton, la compañía de Dick Cheney? Pero hay una razón incluso más fundamental de por qué las declaraciones norteamericanas sobre la democracia se están volviendo cada vez menos plausibles. Ahora, incluso en el frente interno, la administración Bush está cuestionando las libertades civiles de una forma que no se había visto desde la era McCarthy. Y esto me sugiere no sólo que Bush y su gente son extremistas de derecha sino, más fundamentalmente, que la democracia, incluso en el sentido limitado adoptado por Estados Unidos, se está transformando nuevamente en una amenaza para las clases dominantes, de la forma que lo fue durante mucho tiempo. Las clases capitalistas dominantes pueden tolerar el concepto de democracia como una forma puramente política en la medida en que tenga poco o ningún efecto sobre el poder económico. Pero lo que estamos viendo en el capitalismo global de hoy es una creciente contradicción entre el alcance global del poder económico del capital y el alcance mucho más limitado de los poderes legales, políticos y militares que crean y mantienen las condiciones para la acumulación del capital. La visión convencional de la globalización sugiere que el crecimiento del capitalismo global ha implicado la declinación del Estado-nación. Mi argumento, nuevamente, es que esto no es verdad en absoluto. El capital global depende de un sistema de muchos Estados locales para mantener el orden social y administrativo que el capitalismo necesita más que cualquier otro sistema económico. En el capitalismo global, los circuitos económicos se organizan cada vez más como relaciones entre Estados, ya sea entre el Estado imperial y los subordinados o entre economías capitalistas competidoras. Y cuanto más necesita el capital de los Estados territoriales para organizar los circuitos económicos, más peligroso será para el capital si esos Estados caen en las manos equivocadas. Por esta razón pienso que las lucha democráticas nacionales y locales -es decir, las luchas para cambiar la relación del poder de clase en el Estado- son más importantes que nunca y potencialmente más efectivas para oponerse al capital. Por esto, dicho sea de paso, es tan decepcionante encontrar a Lula en Brasil siguiendo el consejo de los economistas neoliberales más que estableciendo a Brasil como un modelo para las fuerzas opositoras en todas partes.
-En su mismo libro Ud. menciona el "nuevo tributo a la sociedad civil" que actualmente hacen muchos sectores de la izquierda. Mientras que "por un lado, los partidarios de la sociedad civil están fortaleciendo nuestra defensa de las instituciones y las relaciones no estatales contra el poder del Estado; por el otro tienden a debilitar nuestra resistencia a la coerción del capitalismo". ¿Podría explicar los aspectos fundamentales de su punto de vista sobre la relación entre economía y política en el sistema capitalista que justifica esta crítica? La "economía", concebida como una "esfera" social distinta y separada, es una idea que sólo tiene sentido bajo el capitalismo. Esto es así por dos razones. Primero, el capitalismo es el único sistema en el cual todos los actores económicos dependen del mercado -es decir, dependen del mercado para las condiciones de su propia autorreproducción, por lo tanto es el único sistema en el cual la gente está sujeta a los imperativos específicamente "económicos" de la competencia y la acumulación; y segundo, la apropiación ocurre no por medios coercitivos directos, a través del ejercicio del poder político y militar de los apropiadores mismos (como por ejemplo en el feudalismo), sino por medios puramente "económicos", el "libre" intercambio entre el capital y el trabajo. Los trabajadores están obligados a cambiar su fuerza de trabajo por un salario, no porque estén sujetos a una fuerza legal o política superior, sino porque son desposeídos. La economía como una "esfera" separada, en otras palabras, existe sólo cuando el mercado regula la reproducción social y cuando la explotación está dividida en dos "momentos" separados, el momento de la apropiación por el capitalista mismo y el momento de la imposición por un poder estatal separado. Esta división del trabajo entre lo económico y lo político significa que los derechos políticos pueden ser distribuidos universalmente sin afectar necesariamente los poderes económicos del capital. Esto nunca podría haber sido así en sistemas en que el poder político y económico estaban inextricablemente unidos. Por ejemplo, no podría haber habido algo así como un feudalismo democrático, porque si los derechos políticos y legales hubieran sido universales y formalmente iguales, no hubiera habido ninguna relación feudal entre los señores y los campesinos. Entonces sólo en el capitalismo es posible algo así como una democracia "formal", una democracia con ciertas reglas procedimentales y derechos universales de los ciudadanos que no tiene nada que ver con las relaciones sustantivas del poder social entre las clases apropiadoras y productoras. Cuando escribí esas cosas sobre las teorías de la "sociedad civil", estaba respondiendo a argumentos que trataban a la sociedad civil, incluyendo al mercado capitalista, como el reino de la libertad, como opuesta a la esfera de la compulsión en el Estado. Esto me parecía que negaba los problemas más esenciales del capitalismo, el hecho de que el mercado capitalista es un sistema de compulsiones e imperativos, que circunscriben nuestra libertad de una manera fundamental.
-En la introducción a su libro Democracia contra Capitalismo, Ud. dice que con la caída del stalinismo, el proyecto teórico del marxismo y su crítica al capitalismo son más importantes y actuales que nunca. ¿Podría comentar el significado que esta afirmación tiene para Ud.? Realmente es muy simple. La crítica del capitalismo se ha vuelto más importante que nunca, precisamente porque el capitalismo es tan dominante y universal. Ha alcanzado el punto en el cual todo el mundo está, para decirlo de alguna manera, dentro del capitalismo, y el sistema se ha vuelto invisible, como el agua para un pez o el aire para nosotros. Por lo tanto es de importancia vital mantener un punto de vista crítico, y nadie nos ha dado una estructura teórica mejor que el marxismo para distanciarnos críticamente del sistema capitalista incluso mientras estamos dentro de él.
-En el debate entre la teoría de Marx y la de Weber, Ud. dice que, al contrario que la teleología burguesa que se encuentra en Weber, la teoría de Marx es profundamente histórica. ¿Cuál es la clave explicativa del materialismo histórico que hace a esta diferencia? No pienso que sea el materialismo en sí mismo lo que diferencia a Marx de Weber. Los argumentos de Weber también son frecuentemente "materialistas". Pero el materialismo de Marx es, precisamente, histórico en una forma en el que no lo es el de Weber. Weber por ejemplo, tiende a tomar al capitalismo como dado mientras que Marx lo trata como una forma histórica específica. Sé que esto puede sonar extraño, ya que gran parte de la reputación de Weber se basa en su explicación de cómo ha surgido el capitalismo occidental -el surgimiento de las ciudades y burghers, la ética protestante, etc. Pero si consideramos sus argumentos cuidadosamente, veremos que no explica realmente el origen del capitalismo. Supone su existencia y habla de las condiciones, en occidente, que permitieron su maduración y las condiciones en otros lugares que obstruyeron su desarrollo. Comienza con la suposición de que el capitalismo existe embrionariamente en todo lugar donde haya ciudades y mercados y, en un sentido, toda la historia es la realización, o la obstrucción de la lógica económica del capitalismo. Habla de la "economía" como una categoría transhistórica, que tiene que ver con la actividad del mercado, sin importar dónde o en qué condiciones se desarrolla, y el capitalismo es simplemente la liberación y la maduración de la economía y de la lógica económica. Marx, a diferencia de Weber y de cualquier otro historiador o economista antes que él, analiza la lógica interna específica del capitalismo. El materialismo histórico nos permite comprenderlo en una forma que no nos permite Weber. Centra nuestra atención no en alguna esfera "económica" transhistórica, sino en las condiciones materiales históricamente específicas de la reproducción social. Y reconoce que la "economía" como una esfera separada con sus propias "leyes de movimiento" es específica al capitalismo y no algún tipo de ley universal de la historia. Entonces, en lugar de plantear un proceso de cambio transhistórico, el materialismo histórico estudia el proceso específico de cada "modo de producción" y cómo esos procesos ponen en movimiento el cambio social. Por eso este materialismo es verdaderamente "histórico".
-¿Cuáles son los principales elementos que Ud. rescata del debate entre E.P. Thompson y Perry Anderson? Creo que está claro que yo siempre estuve del lado de Thompson en el debate. La razón más obvia es su comprensión inigualable de la clase como una relación social y su interés en las luchas populares, un interés que Anderson no parece compartir. En general también pienso que la forma en que Thompson estudia la historia es más fructífera desde el punto de vista teórico. Las teorías marxistas en las últimas décadas han tendido a pensar estructuras, por un lado, e historia por el otro, como objetos de conocimientos distintos, a distintos niveles conceptuales. Las estructuras son los objetos de la teoría, mientras que la historia está en el reino empírico. Estas teorías no han sido muy buenas para dar un análisis teóricamente informado del proceso histórico. Thompson, mucho más que Anderson, da una estructura analítica que trata el proceso. Rompe la oposición de estructura y proceso, o teoría e historia. Pienso que Thompson tienen un sentido mejor de la especificidad del sistema capitalista como un sistema de relaciones sociales. Las "peculiaridades inglesas" no se refieren sólo a lo que es distintivo en Inglaterra. Se refieren a la misma naturaleza específica del capitalismo, como distinto de otras formas sociales. No estoy segura de que Anderson tenga una percepción tan clara del capitalismo y lo que lo diferencia de otras formaciones sociales. Su concepción de la revolución burguesa, por ejemplo, muestra poca apreciación de las diferencias entre la burguesía capitalista y no capitalista, o entre el comercio precapitalista y el capitalismo. Su argumento, aunque muy interesante y sofisticado, tiene mucho en común con las concepciones convencionales de los orígenes del capitalismo, que -como el argumento de Weber que mencioné antes- no explican realmente la emergencia del capitalismo sino que simplemente dan por supuesto el mismo objeto que debe ser explicado. En estas concepciones, el capitalismo está siempre presente en forma embrionaria, en cualquier tipo de ciudad o comercio, y simplemente se expande, donde y cuando no hay obstáculos que lo detengan. Esta no es realmente una explicación de la transformación de las relaciones sociales de propiedad que dieron lugar al capitalismo. Aunque, a diferencia de Anderson, Thompson nunca se propuso explicar la transición, nos da una explicación mejor de las relaciones sociales capitalistas en toda su especificidad, y obtenemos así una visión mucho mejor de las transformaciones sociales que produjo el capitalismo.
[1] La entrevistada está citando aquí según su edición en ingles: Hard, M., Negri, A., Empire, USA, Harvard University, 2000, p. 308.
[2] Meiksins Wood, E., Democracia contra capitalismo, México, Siglo XXI Editores, 2000.
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martes, 3 de agosto de 2010
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