LA VIOLENCIA EN MÉXICO: UN PRODUCTO SISTÉMICO
José Enrique González Ruiz
La paz es la aspiración suprema de la humanidad,
pero sólo es duradera si se basa en la justicia.
Fenómenos inéditos vive la nación mexicana
Azotado por hechos de violencia extrema, México vive momentos amargos, que dan lugar a que en el exterior se le atribuya todo género de defectos y se dé lugar a amenazas incluso de intervención militar por parte de los Estados Unidos de Norteamérica. Padecemos las consecuencias de tres décadas de aplicación de un modelo económico, el de la Globalización Neoliberal, que trajo al país resultados desastrosos en todos los órdenes de su existencia.
Al iniciar la década de los años 80 del siglo XX se propagó en el mundo una reedición del liberalismo, que puso en el centro al mercado. Bajo la afirmación dogmática de que todo lo público es ineficiente y corrupto, se relanzó en el planeta la tesis de la privatización de toda actividad económica; esto alcanzó después a lo político e incluso a lo social y cultural. La síntesis fue el denominado Consenso de Washington, que redactó el economista norteamericano John Williamson sobre la base de estos dogmas:
a) Se debe reducir el Estado a su mínima expresión, para que no estorbe el libre desarrollo de las fuerzas del mercado. Éstas son capaces de corregir cualquier exceso o defecto del capitalismo (como lo dijo Adam Smith al hablar de "La mano invisible del mercado").
b) La economía debe internacionalizarse, por lo que deja de ser importante la existencia de un mercado interno. En la competencia globalizada todos salimos ganando, porque todos compramos y todos vendemos.
c) No importa que al principio se produzca la concentración de la riqueza, porque después vendrá "El derrame" o "El goteo" y se distribuirá entre toda la sociedad.
d) Con la libertad económica vendrá la libertad política y toso tendremos regímenes democráticos que no obedezcan a otro interés que al de su pueblo.
e) Al final, los cambios serán estructurales y el respeto a los Derechos Humanos será una cultura, una forma de vida de los pueblos.
Williamson preceptuó los diez mandamientos neoliberales: 1.- Disciplina fiscal. 2.- Cambio en las prioridades del gasto público. 3.- Reforma Fiscal.- 4.- Manejo adecuado de las tasas de interés. 5.- Libertad en el tipo de cambio. 6.- Liberalización comercial. 7.- Apertura a la inversión extranjera directa. 8.- Privatización. 9.- Desregulación y 10.- Protección del Derecho de Propiedad. La traducción es: más ganancia la capital y precarización del trabajo.
El fracaso de este recetario está a la vista, con la crisis financiera de los Estados Unidos, misma que pagamos los contribuyentes de todo el planeta. Porque, en el fondo, el modelo globalizante es el del pago de la deuda por las naciones que la padecen. (Véase Llistar David, Observatorio de la Deuda en la Globalización, Cátedra UNESCO, noviembre del 2002).
Para México, país que tiene la desgracia de ubicarse junto al gigante norteamericano, los efectos de esa política fueron devastadores: en pocos años el campo se arruinó por completo, la industria se debilitó de forma casi irreversible y creció la importancia del sector de los servicios, particularmente de los financieros. La economía se transformó en exportadora y aumentó la dependencia respecto de USA: la mayor parte de las exportaciones mexicanas se hacen hacia los Estados Unidos; 90% de los bancos establecidos en México son propiedad de extranjeros; y creció la migración en forma desproporcionada.
Al quedarse sin fuentes de ingresos suficientes, por la entrega de áreas estratégicas a inversionistas del país y de fuera, el Estado abandonó responsabilidades sociales. Desapareció la idea de compromiso con los sectores lastimados por el modelo de desarrollo vigente, y tomó cuerpo la tesis de que cada persona es individualmente responsable de su situación y de su futuro, por lo que debe ser competitiva en el mercado. Si no tiene acceso a bienes y servicios, la responsabilidad es suya y el Estado no debe intervenir. Volvieron los tiempos del capitalismo salvaje.
A medida que los espacios de la sociedad fueron abandonados por el Poder Público, los llenaron actores privados, muchos de ellos fuera de la ley. Bandas que antes funcionaban en los márgenes de la sociedad, fueron ocupando territorios incluso en las grandes ciudades y el Crimen Organizado adquirió grandes dimensiones. La violencia llegó a proporciones hasta entonces desconocidas entre nosotros. Y sus formas de operación llenaron de miedo a las personas comunes.
Las raíces de la violencia son institucionales
La Globalización procreó, entre otras cosas, agentes económicos transnacionales. Las grandes empresas tienen actividad en diversos puntos del planeta, como lo atestiguan las mineras canadienses. Su poder de imposición de reglas y modos de operación es enorme, frente a Estados debilitados por su endeudamiento externo. Los tratados de libre comercio son el instrumento que esos actores ponen en acción para lograr que sus negocios florezcan aun cuando los países receptores de sus inversiones pasen por graves dificultades.
Es certera la opinión de Magdalena Galindo, maestra de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM):
Para enfrentar la crisis económica, el capital aplicó un poco a ciegas y un poco de mala fe, varias estrategias. Las dos principales fueron la guerra permanente, por un lado, y en el terreno productivo, el proceso de globalización cuyo objetivo es la libre movilidad del capital en todas sus formas; es decir, como capital productivo (a través de la internacionalización del proceso productivo) como capital-mercancía, (que ha determinado el abatimiento de las fronteras económicas, el cual amenaza la existencia misma de los Estados-Nación) y como capital dinero) a través de dos fenómenos sumamente relevantes: la hipertrofia del sector financiero de la economía y la internacionalización de las Bolsas de Valores), al lado del surgimiento de los mercados de derivados para el intercambio de valores futuros, en especial de divisas. ("El Capitalismo Criminal, Fase superior del imperialismo", México, 2005).
Para México, la era del libre comercio ha significado, de una parte, el ingreso a organismos internacionales que lo presentan como si estuviera en el umbral del "Primer Mundo", tales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE); y de otra la emergencia de fenómenos de delincuencia organizada de alta peligrosidad resultantes del deterioro de las condiciones económicas de millones de sus habitantes.
De modo que la violencia que padecemos no proviene de nuestra naturaleza, sino de las condiciones materiales en las que estamos inmersos. El narcotráfico es el negocio más próspero del mundo, debido a que la demanda es descomunal en los países ricos. Mientras haya quien compre las drogas y las pague a precios elevados, habrá quién o quiénes se dediquen a producirla, transportarla y venderla.
Pero semejantes empresas delincuenciales no pueden sostenerse sin la protección de los gobiernos o al menos de parte de éstos. Su magnitud (y ahora su abierta presencia pública) sólo se explican en función de sus relaciones con el poder.
El floreciente y redituable negocio criminal es una tentación irresistible para jóvenes que han quedado sin empleo por efectos del neoliberalismo. Miles de hombres y mujeres que comienzan la etapa en que toman decisiones, se ven arrastrados a una vorágine de horror. Es doloroso oírlos decir que prefieren vivir unos cuantos años con dinero y comodidades, y no muchos años en medio de carencias.
La respuesta de los gobiernos: más violencia
En vez de solicitar a sus socios la revisión de los efectos del TLCAN (o NAFTA por sus siglas en inglés), el gobierno de México ha seguido al pie de la letra sus devastadoras reglas. Parte de la falsa base de que puede competirse sin compensar los desequilibrios históricos originados en una relación secular de injusticia.
Por si lo anterior fuese poco, el actual gobierno –proveniente de un fraude electoral cometido en 2006- llevó los compromisos a lo militar, cerrando lo que Carlos Fazio llama "el tercer vínculo". La guerra contra el narcotráfico que desató Felipe Calderón Hinojosa al inicio de su espurio sexenio fue una desesperada búsqueda de legitimación. Sabedor de que la mayoría del pueblo de México lo repudió en las urnas, quiso hacerse legítimo sembrando el miedo, igual que lo había hecho –exitosamente por cierto-, George Bush junior cuando lanzó su "guerra al terrorismo mundial".
Ya Vicente Fox había firmado la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN), que afianzó la dependencia de México ante USA, y trajo dolorosos acontecimientos. Entre ellos:
1.- El territorio mexicano se convirtió en un infierno para nuestros hermanos centroamericanos que migran hacia Estados Unidos en busca del American dream. Miles de seres humanos han muerto y desaparecido a manos de criminales que los asedian y maltratan, cuando en el pasado nuestro país fue refugio y santuario para ellos. No está por demás decir que somos una barrera para esa migración, y que muchos recursos mexicanos se usan para impedirla o desestimularla. Tampoco está de más mencionar que los temibles y sanguinarios Zetas, uno de los grupos que hace negocios con el dolor de estos migrantes, está formado por exsoldados que fueron adiestrados en escuelas norteamericanas.
2.- Las asimetrías entre las economías del TLCAN (NAFTA) no disminuyeron con la aplicación de ese tratado, de modo que el campo mexicano se despobló de varones jóvenes. Al mismo tiempo, la educación en el país se fue privatizando, de manera que esos contingentes siguieron dos caminos: irse a los Estados Unidos (donde son criminalizados por leyes como las de Arizona) y contratarse con los grupos criminales. Se estima que hay 7.5 millones jóvenes que ni trabajan ni estudian, por los que se les hace una mala broma denominándolos Ninis.
3.- La militarización de la vida nacional: el ejército y la marina se han hecho cargo de la seguridad pública, suplantando a las policías. Además, los mandos policíacos son, en su mayoría, militares comisionados o exmilitares en retiro. También las academias de formación policíacas son dirigidas por integrantes de los cuerpos castrenses. Se propende a crear un mando único, para que haya una especie de "Zar" al estilo norteamericano.
4.- La expansión física y política de Crimen Organizado, que ahora controla algunos territorios e impone el pago de tributos (igual que las mafias estadounidenses del siglo pasado, durante la prohibición del alcohol). Pero que también influye en los políticos al financiar las campañas, pues el sistema electoral de mercado se basa en la cantidad de dinero de que dispongan los candidatos.
5.- Los Derechos Humanos perdieron terreno y ya ni siquiera en el discurso gubernamental son importantes. No sólo no castigaron los delitos históricos del PRI-gobierno, sino que se mantiene en la imposición a individuos señalados responsabilidades mayores como es el caso de Ulises Ruiz Ortiz exgobernador de Oaxaca. La impunidad protege, como viscoso manto, a los criminales de lesa humanidad.
Y la situación empeoró cuando Felipe Calderón se alineó a la Iniciativa Mérida, que no es otra cosa que la versión mexicana del Plan Colombia, que llevó a que Estados Unidos instalara alrededor de veinte bases militares en aquel país andino.
Las tareas de las y los mexicanos
México tiene tradición de lucha por su independencia, su libertad y su autodeterminación. No somos una nación que tolere la bota conquistadora. El alineamiento del actual gobierno a las directrices norteamericanas no durará mucho tiempo.
Las y los mexicanos nos esforzamos todos los días porque el nuestro sea un Estado de Derecho, donde predomine la voluntad del pueblo y no la de los empresarios transnacionales (un ejemplo es el del Frente Amplio Opositor, que se propone evitar que la minera canadiense San Xavier, siga dañando el poblado de Cerro de San pedro, en San Luis Potosí). Por ese esfuerzo, los neoliberales no han podido desmantelar la estructura constitucional, aunque a diario lo intentan (en este momento se mueven para realizar la "Reforma laboral" que acabaría con conquistas laborales históricas).
En el fondo está la necesidad de un cambio político que haga efectivo el principio de soberanía popular, consagrado en el artículo 39 de la Constitución Política mexicana. Las medidas militares y policíacas contra la violencia, que han causado ya más de 35 mil muertos, no resolverán el problema y sólo darán pauta al intervencionismo norteamericano, que ya sabemos se siente "El Policía del Mundo".
Esta tarea incluye a todas y todos los mexicanos: indígenas y no indígenas, mujeres y hombres, intelectuales y trabajadores, empleados y desempleados. México saldrá delante de esta crisis de violencia y recuperará el sitio que tuvo entre las naciones latinoamericanas.
Marzo del 2011.
José Enrique González Ruiz es Coordinador del Postgrado en Derechos Humanos de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.
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