Centro Independiente de Informacion Nacional

domingo, 29 de marzo de 2009

La seguridad nacional y la AEXA

Como parte de la llamada guerra contra las drogas, el gobierno de Calderón planea poner en manos de empresas espaciales extranjeras —de las cuales por lo menos una está ligada directamente a las fuerzas armadas norteamericanas— aspectos clave del acopio de información militar. Según se ha informado oficialmente, la Armada de México está en tratos con las empresas norteamericanas Geo Eye Digital Globe, para que sean éstas las que, mediante los satélites de reconocimiento y espionaje que poseen, se encarguen de vigilar el territorio nacional y los mares que lo rodean.
Según informaciones oficiales de la Secretaría de Marina publicadas por varios periódicos, Geo Eye tiene tres satélites en operación y Digital Globe dos. Esta última compañía está especializada en cuestiones netamente militares y presta servicios al Departamento de la Defensa de Estados Unidos.
La noticia ha causado inquietud y preocupación, no sólo en los círculos políticos sino también en los medios científicos, pues significa poner en manos extranjeras aspectos clave de la seguridad nacional. Implica que información militar de gran valor estratégico será controlada por personal de empresas extranjeras ligadas a los mandos militares norteamericanos, antes de ser entregada al Ejército y la Armada de nuestro país. Sería ingenuo pensar que los datos no serán entregados también al gobierno y las fuerzas armadas norteamericanas. Y lo peor de todo es que será nuestro gobierno quien pague por ese trabajo de espionaje.
Al respecto, el director general del Instituto Nacional de Astrofísica Optica y Electrónica (INAOE), José Guichard Romero, comentó en declaraciones publicadas por el diario El Informador de Guadalajara: “Hablando de seguridad nacional, sería importante que las instancias coordinadoras como las secretarías de Defensa Nacional, Marina, Gobernación y PGR tuvieran su propio satélite de telecomunicació n. No es posible que estas instancias renten frecuencias a satélites comerciales, principalmente a Estados Unidos; imagínese qué clase de privacía y seguridad tenemos”.
A estas alturas, México podría tener una tecnología espacial propia que le permitiera operar sus propios satélites para recabar y manejar la información militar que requiere en el combate al narcotráfico. Un esfuerzo en ese sentido se inició en 1962, durante el gobierno de Adolfo López Mateos, al crearse la Comisión Nacional del Espacio Exterior. Pero no se le dio el apoyo debido, e incluso fue menospreciada haciéndola objeto de burlas y sarcasmos, hasta que finalmente se le disolvió en 1976.
Desde entonces no se ha vuelto a hacer un intento en ese sentido. Si bien ya las cámaras de diputados y senadores han aprobado crear la Agencia Espacial Mexicana (AEXA), la materializació n de ese acuerdo todavía está en veremos. La AEXA, que será un organismo público descentralizado, tendrá entre sus funciones desarrollar soluciones propias para problemas específicos en materia espacial, seleccionar alternativas tecnológicas para la solución de problemas nacionales y utilizar información y tecnología generada en las áreas espaciales y relacionadas, que sean de interés para la sociedad mexicana.
Más que contratar los servicios de empresas espaciales extranjeras para realizar labores de espionaje en nuestro propio territorio —con todos los graves riesgos para la seguridad y la soberanía nacionales que ello implica—, el gobierno mexicano debe esforzarse por contar con un satélite propio que cumpla tales funciones. Y no es tan difícil como podría pensarse. Hay en nuestro país científicos altamente capacitados que podrían diseñarlo y operarlo. Para su construcción y lanzamiento se puede establecer convenios con países que poseen la tecnología necesaria, como Francia, China, Japón o la India. La AEXA estaría facultada para ello, pues sus atribuciones incluyen también realizar negociaciones, acuerdos y tratados internacionales en materias relacionadas con las actividades espaciales y desarrollar protocolos de intercambio científico, tecnológico y de colaboración con otras agencias espaciales.
El camino correcto —insistimos— es desarrollar nuestra propia capacidad de exploración satelital y no pagar a otros para que nos espíen.


C E N C O A L T

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