Por: Ricardo Rocha
Y ella es una mujer indígena, otomí, de 42 años. Acaba de ser
sentenciada a 21 años de cárcel. Aunque usted no lo crea, por el
secuestro de seis agentes armados de la AFI. Sí, leyó usted bien.
Fue acusada con otras dos mujeres. Un juez la halló culpable porque,
para él, la prueba presentada por la PGR fue contundente: una
fotografía de un diario local donde aparece Jacinta asomándose al
borlote de lo que pasó en su pueblo hace tres años ya.
El 26 de marzo de 2006 seis AFI llegaron amenazantes y sin uniforme a
Santiago Mexquititlán, en Querétaro. Ahí, en el tianguis,
Jacinta y sus compañeras vendían aguas frescas. Llegaron los
agentes y comenzaron con destrozos, despojos y exigencias de tributo con
lujo de violencia quesque por hallar mercancía pirata.
Fuenteovejunescamente, los pobladores cercaron a los intrusos para
exigirles identificación y la orden que justificara su proceder.
Éstos se negaron, pero también se rajaron. La tensión crecía
y comenzaron los gritos de protesta y justicia de la gente por tanto
abuso. A llamado de los intrusos se apersonaron un agente del MP y el
jefe regional de la AFI. Prometieron reparar los daños con
mercancía decomisada —más bien robada— de otros tianguis,
de otros pueblos. Ante la negativa popular se comprometieron a
compensarlos con dinero. Se fueron y dejaron "en garantía" a
un agente que no fue molestado. Regresaron a las siete y pagaron lo
pactado.
Pero se la guardaron al pueblo. Y se desquitaron con Jacinta, a la que
el 3 de agosto llevaron con engaños a la ciudad de Querétaro.
Ahí la acusaron falsamente; ahí la juzgaron de inmediato en
español, cuando sólo hablaba otomí; ahí presumieron su
culpabilidad antes que su inocencia; ahí la tienen presa; ahí la
sentenciaron a 21 años de prisión; ahí le destrozaron la vida y
a su familia.
Así, Jacinta es una víctima más de la intolerancia rabiosa que
caracteriza a los gobiernos panistas como el que ahí encabeza
Francisco Garrido Patrón, que no ha movido un dedo en defensa de una
de sus gobernadas. ¿Cómo si es una india de pueblo?
Así se repite la historia de la furia discriminatoria y racista de
los poderosos en este país. Como cuando se les inventaron delitos a
Rodolfo Montiel y Teodoro Cabrera, indígenas ecologistas de Guerrero
que lucharon contra los caciques talamontes. Una vez más el
menosprecio inhumano que nos avergüenza en la memoria de doña
Ernestina Ascensio, abusada y asesinada por militares y muerta por
diagnóstico presidencial de gastritis crónica. Nomás
acordémonos de Aguas Blancas y Acteal. De Atenco, condenados a más
de un siglo de cárcel por defender sus tierras. Otra vez la más
brutal represión de estos gobiernos contra los que se atreven a alzar
la voz ante las injusticias.
Hay ahora un movimiento encabezado por el Centro de Derechos Humanos
Miguel Agustín Pro Juárez, al que me sumo gustoso, para exigir
juicio justo y liberación de quien sólo ha cometido tres grandes
pecados en este país: ser mujer, ser indígena y ser pobre. Por
cierto, se llama Jacinta Francisco Marcial. Y yo soy ella.
PD. ¿Esto también es falso, señor Medina Mora?
Centro Independiente de Informacion Nacional
jueves, 5 de marzo de 2009
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario